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Por como interactuaba con el resto de compañeros de oficina, intuí que mi secretaria japonesa era una golfa de cuidado. Pero lo que ocurrió entre los dos una mañana pasó todos los límites, ya que nos quedamos a solas y de repente se convirtió en la mujer más zorra que había visto. Se quitó la ropa y me mostró su cuerpazo, mientras me chupaba la polla y me pedía que le follase su coño peludo sobre una de las mesas.